viernes, 15 de julio de 2011

El Experimento -Capítulo 9

Disclaimer: Los personajes pertenecen a la señora Meyer y su casa editora. La historia está basada en Kimikiss Pure Rouge, pero no todo es igual, sólo la idea.


El Experimento

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¿Qué estaba pensando cuando accedió entrenar con Jessica? Muchas cosas se le pasaron por la cabeza, excusas para no ir, y como si fuera poco, suplicas. Suspiró y pateó el balón con fuerza. Un poco de lodo en el balón no era nada, sin embargo, ese estaba totalmente sucio que ya ni se distinguía el color blanco.


Jessica paró el balón con el pie y lo miró reprobatoriamente. Le sermoneó sobre porque era importante entrenar, al menos, tres veces por semana, que sí patea demasiado suave, entre otras cosas. Edward debía poseer una gran paciencia ya que la había soportado por más de dos horas.


Se escuchó un trueno y alzaron la vista. El cielo antes soleado, se había puesto de un frío gris. El chico de cabellos cobrizo entrecerró los ojos.


—Debí escuchar el reporte del clima —Murmuró.


En su descuido, le quitaron el balón. Rápidamente abrió los ojos. La lluvia caía a cántaros y le era difícil ver a través de ella. Su cuerpo se entumecía por el viento helado y uno que otro escalofrío se le escapaba, involuntariamente. Volvió a entrecerrar sus ojos y corrió con fuerza, acercándose a Jessica que le llevaba la delantera. Ella zigzagueaba, queriendo perderle y hacer que se confundiera. Ya se había acostumbrado a jugar bajo la lluvia.


Edward soltó un jadeo, no podía respirar, mientras que su compañera se anotaba otro tanto. Paró en medio de la lluvia y la miró, cansado. Inhalaba y exhalaba, el aire parecía no llegar con esa lluvia. Jessica cogió el balón y se volteó.


— ¡Bien! ¡De nuevo! —Exclamó, energéticamente


Le observó, incrédulo. Por fin había recuperado un poco del aliento perdido. Suspiró.


— ¿Qué dices? ¡Descansemos! Está lloviendo muy fuerte… —Agregó al final, para que cediera de su intento de homicidio involuntario.


— ¡Ah! ¿Cómo crees? —Frunció el ceño—. ¿Acaso los encuentros de soccer se cancelan por una simple llovizna?


Él se dio la vuelta, cruzándose de brazos. ¿Qué si se cancelaban? ¡No, sería lo último que harían! Pero ese sólo era un entrenamiento. Daba igual, él no tenía un gran interés en ese deporte.


— ¿Habrá algún relámpago que quiera encontrársela?


Sintió como ese sucio balón impactaba con fuerza sobre su espalda. Aulló de sorpresa y algo de dolor. Jessica mascullaba si había dicho algo, con ese tono desafiante y demandante. Para después, alegar que él no dijo nada, mientras se sobaba la espalda, donde pronto tendría un moretón del tamaño de su mano. Aprovechó que la chica sin nada que hacer más que jugar soccer agarraba su balón para irse del lugar. ¡Ni muerto jugaría bajo la lluvia!


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Si no fuera por la salida que se había formado para ese fin de semana, Edward ni hubiera salido de su casa. Tenía un ligero dolor de cabeza, secuela de un catarro que le había dado por estar bajo la lluvia. Maldijo un millón de veces, entre estornudo y estornudo, a la demente de Jessica. ¡El soccer es una tortura! Pensaba con desagrado, caminando por la acera. Avanzó un poco más y dobló en la esquina, donde se encontró con Bella. Vestía demasiado formal para la ocasión: un pantalón gris de algodón, junto con una blusa azul y por arriba un saco a juego con el pantalón. No tenía idea de que decir.


Se colocó junto a ella, sin decir absolutamente nada, y esperó a los demás. Ese día quedaron en visitar a una compañera de su clase que estaba enferma, le llevarían apuntes y la divertirían con sus cosas. Poco a poco fueron llegando. Emmett junto con Alice, que habían ido a comprar un pastel. Inesperadamente, estaba Jessica. Ahora sólo faltaban los rubios, que no se dignaban a llegar. Después de la media hora de retraso, los divisaron frente a ellos.


— ¡Hey! ¡Llegan tarde, Jasper, Rosalie! —Gritó, Emmett, haciendo que varios lo mirasen extraño.


— Rosalie, apresúrate —Apoyó, Alice, sonriéndole de oreja a oreja.


Rosalie se había quedado dormida y Jasper, que sí había madrugado, había adelantado algunas tareas que tenía pendiente, así que se le había ido el tiempo en eso.


— ¿Bella también irá? —Preguntó, Rose, reparando en la presencia de la chica castaña.


— Cuando llamé a Bree, me dijo que la había invitado —Contestó, Emmett, sin creérselo todavía.


—Somos compañeras y la conozco desde hace años, no había razón para declinar su invitación.


Todos los presentes se quedaron estupefactos. Después entre pláticas extrañas y graciosas, se dirigieron a casa de la enferma. Lo más increíble era que Bella no hacía ningún comentario despectivo a las bromas, se limitaba a un mueca extraña, no una sonrisa, sólo una mueca. Así que en cosa de nada, ya estaban frente a la casa de su compañera. Un hermoso portón negro con detalles florales, se abrió, dando paso a una lujosa limosina negra. La ventanilla se bajó, revelando a Bree que sonreía de oreja a oreja.


—Vine por ustedes. Desde aquí, el camino está alejado —Aclaró—. Por favor, entren al carro.


Nadie sabía que decir, simplemente asintieron. Una vez que se subieron, el camino se hizo más rápido que si se hubieran ido a pie. El chofer les abrió la puerta, lo que los dejó más extrañados. Ninguno estaba acostumbrado a esos tratos, tal vez, Bella, pero nadie más. La casa en sí, no era una simple casa, era una enorme, enorme mansión. Abrieron la boca, asombrados y entraron en fila india. El interior los dejó sin palabras. Bellísima decoración, los tonos rojizos mezclados con los dorados. Precioso.


—Parece costoso…


Decían, mientras recorrían el lugar con viva curiosidad.


—Creo que estamos fuera de lugar aquí —Musitó, Edward.


—Quizás —Admitieron.


Ahora la más apropiada para la ocasión era Bella con su traje. Sin contar a Bree, era la que más se veía a acuerdo con el lugar. Jasper se acercó a Bree y con una tímida sonrisa, dijo:


—Disculpa por las molestias…


—Oh, no, por favor no te preocupes… Yo también esperaba esto —Replicó, devolviendo la sonrisa—. Haré lo que pueda para servirles.


Y como siempre, nunca falta el colado a la conversación. Mejor dicho, el ''adicional''.


—Genial. ¿Podríamos dar un paseo por tu casa? —Preguntó Emmett, sosteniendo su cámara de video y enfocándola en el rostro de la joven.


Bree sonrió—. Sí, comencemos en orden.


— ¿Cuánto tiempo nos tomará? —Inquirió Jasper, una vez que todos se reunieron para escuchar mejor.


—Veamos… —Meditó unos segundos—. Está el cuerpo principal, la casa estilo occidental, las alas norte, sur, este y oeste… Además de la residencia para visitas y nuestro jardín. Tres piscinas, una sala de conciertos…


— ¿Tantas? ¿No sería mejor separarnos? —Sugirió, el chico de ojos esmeralda.


Se repartieron las habitaciones y comenzaron su expedición por la enorme mansión Tanner…


— ¡Hermano! ¡Éste lugar es hermoso! —Exclamó, Alice, corriendo por un amplio pasillo.


— ¡Alice, sin correr!


Alice, Bree, Jasper y Edward, recorrían la casa oriental. Jasper hacía preguntas pertinentes al respecto, y Bree estaba encantada de responder; mientras que Edward se encargaba de cuidar que su hermana no rompiera nada demasiado costoso. Dieron unas vueltas por unos pasillos más, hasta que llegaron a la sala de musical. Decir que era un salón lleno era quedarse corto. Dentro había muchos instrumentos de viento, cuerda, persecución, entre otros. Resaltaba el piano de cola al centro del salón. Los ojos de los invitados brillaron.


Con exactitud, pasó una hora y media antes de que todos se encontraron en el gran comedor. Frente a ellos un banquete digno de ricos. Sus panzas gruñeron, indicando cuan agradable era para la vista y lo hambrientos que estaban. Bree les sonrió e indicó con la mano que tomaran asiento. No pararon de alabarla. Cada uno se sentó cerca de la anfitriona, esperando que dijera que ya podían comer –devorar-.


—No conozco sus preferencias, así que he ordenado diferentes platillos —Habló—. Antes de que se enfríe, sírvanse, por favor.


Le sonrieron, antes de empezar a comer. Cada uno agarró el platillo que más se le hizo delicioso. Al probar el primer bocado, hicieron una exclamación aprobativa, lo que hizo sentir muy bien a Bree. No paraban de hacerle preguntas sobre los ingredientes y como prepara tan sublimes platillos. Los chefs a los costados, respondían con todo profesional. Sí, definitivamente, era cosa de ricos.


Con la comida, llegó el postre. Los trabajadores se apresuraron para cambiar la mesa y poner distintos postres. Fue el mismo caso que con la comida, devoraron el postre. Hasta la más exquisita bola de helado no se salvó.


— ¡Estoy satisfecha! —Dijo Jessica, estirándose.


—Sí, nos diste un verdadero banquete. Gracias, Bree.


Las mejillas se le colorearon un poco a la chica.


—No hay por qué —Respondió, apenada.


Los chicos murmuraron sobre la tarea, y Bree los escuchaba atentamente, mientras anotaba en un papel todo. Por suerte, la mayoría de las cosas eran en los libros y no había muchos apuntes. Así que la misión de entregarle los deberes estaba terminada. Alice se desilusionó cuando escuchó que ya se iban a marchar. Alegó que era muy temprano y que todavía quería pasar tiempo con ellos.


—Tienes razón, ¿pero qué sería bueno hacer? —Preguntó, Bree, deseando que se quedaran un rato más.


Pensaron algunos juegos en silencio.


—Escondidas.


— ¿¡Eh!


Se giraron hacia la voz. ¡Vaya sorpresa que se habían llevado! Nunca se esperaron que la chica genio sugiriera jugar algo tan infantil, no, nunca se esperaron que ella sugiriera algo. ¡Señal de la Apocalipsis! Pensó Jessica, sin salir de su asombro.


—Es una gran casa y no necesitamos equipos para eso —Agregó, sin percatarse de los rostros sorprendidos, pues miraba fijamente su plato, pensativa.


— ¡Suena estupendo! —Bree se veía emocionada—. Nunca he jugado a las escondidas en casa. ¡Juguemos a eso!


Rápidamente se animaron y comenzaron a aceptar la inesperada propuesta de Swan, que seguí con una expresión neutra. Edward veía sonriente a la castaña, orgulloso que por fin estuviera saliendo de su caparazón, a pasos lentos, pero lo hacía.


— ¿No somos demasiadas personas?


—Entonces, separemos parejas en un sorteo.


—De acuerdo.


Hicieron algunos papelitos y cada uno agarró uno. Había diferentes números dentro, de cada uno un par. Quien tuviera el mismo, serían pareja. A Emmett le había tocado con Jessica, Alice y Bree estaban juntas, además que les había tocado buscar. Maravillosamente, a Edward le había tocado con Bella, y a Jasper con Rosalie.


—Parece que estamos juntos —Dijo con una sonrisita.


—Así es.


Ya todos por pareja, se pusieron de acuerdo para empezar a jugar. En la entrada de la casa era el punto clave para contar. Alice y Bree se miraron cómplices. Uno, dos… Los equipos corrieron… Seis, Siete… Encontraron donde esconderse… Nueve y Diez, la cacería inició.


Los rubios estaban escondidos en la cocina, que era lo más cerca de la entrada, así que eventualmente, escucharon cuando ellas terminaron de contar. Jessica y Emmett llegaron lo suficientemente lejos para esconderse en la sala de música, tras unas cortinas de terciopelo rojo.


—No puedo creer que juguemos a las escondidas. Hace años que no juego a esto —Susurró Jessica.


—Bueno, se trata de Swan, los métodos convencionales no funcionan en ella.


Jessica soltó una risita—. Aunque es mejor persona que cuando la conocimos.


—Me sorprende escucharte decir eso. Siempre estás peleando con ella.


—Estoy empezando a reconocer sus habilidades —Sonrió—. Y es divertido cuando estoy con ella.


Emmett le regresó la sonrisa y volvieron a quedarse en silencio. Edward y Bella consiguieron llegar a la plata superior e infiltrarse en una habitación con poca luz. Se sentaron en un rincón dándose la espalda. La castaña miraba fijamente la pared.


—Fue una sorpresa —Habló de pronto, Edward.


— ¿Qué fue?


—Las escondidas. Nunca creí que sugerirías algo así…


—Es un experimento —Murmuró—. Nunca había jugado a las escondidas.


Edward se quedó sin palabras. ¿Nunca? Todo niño las jugó alguna vez. A excepción de ella, que parecía ser un misterio y un mundo muy aparte. Cuando creía que se acercaba a ella, descubría que en realidad, no la conocía del todo bien. Cada sorpresa que se llevaba con ella…


— ¿Y qué te parece?


—Muy aburrido.


Él sabía que respondería de esa manera. Era Isabella Swan de quién hablaban. Rió nerviosamente, y se pasó una mano por el cabello, a la vez que la miraba por encima del hombro.


—Debí sugerir algo que pudiéramos jugar todos juntos —Aquello llamó su atención. ¿Ella dijo que quería jugar con todos? Edward hizo una pequeña exclamación de sorpresa—. ¿Qué pasa?


—Ah, este… No pensé que dirías algo así. Es todo.


— ¿Es extraño?


—No es extraño, pero anteriormente me parecía que te gustaba estar sola en lugar de convivir con todos.


—Es verdad —Abrió ligeramente sus ojos—. Ahora ya no me molesta estar acompañada. Debe ser gracias a ti.


Levantó una ceja ante su respuesta. Ella lo miró sobre el hombro y con voz extraña, dijo:


— ¿Y esa cara?


—Lo que pasa es que me sorprendes —Dijo, volteándose por completo hacia la chica.


— ¿Por qué?


—Ya lo mencioné. Pareces de las personas que no les gusta estar acompañada…


—Cullen, ¿qué opinas del experimento?


— ¡Estoy de acuerdo! Yo fui quién te pidió que lo reini…


Sin previo aviso, como la primera vez, Isabella se giró y se apoderó de sus labios, impidiendo que terminara la frase. Sus manos se deslizaron hacia sus mejillas. Sus mejillas estaban algo sonrosadas, dándole un aspecto tierno a la joven, que besaba lentamente. Edward no tardó en corresponder el beso, un poco más ruborizado que ella. Luego de unos minutos después, finalizaron el beso.


Los ojos esmeraldas taladraban a los cafés, exigiendo una explicación. Su rostro se sonrosó aún más, sin que Bella se diera cuenta. Miró hacia abajo, evitando los ojos de su ayudante.


— ¿Un experimento?


—S-sí —Pronunció bajo su aliento, con un tono más suave de lo normal—. Besarse durante un juego.


La puerta se abrió, revelando a Alice y Bree.


— ¡Los encontramos!


Edward volvió a reír nerviosamente, con su rostro más rojo de lo normal. En algún momento, Isabella se había alejado un poco más de él, sin parecer sospechosa.


Resultó que fueron los últimos en encontrar, por lo que ganaron el juego. Estaba el atardecer cuando salieron de la mansión. Agradecieron a Bree por sus atenciones, pero ella negaba y decía que no fueron lo suficientemente buenas, así como también, esperaba que regresaran pronto y repetir el juego. Edward se sonrojó al recordar el beso. No fue como su primer beso, no. Fue algo más…


En cuanto salieron de la mansión, se despidieron entre ellos y tomaron rumbos diferentes. Cada quién para su casa, mañana sería otro día, y quién sabe, está vez la suerte parecía brillar del lado de Edward Cullen.

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