viernes, 15 de julio de 2011

El Experimento -Capítulo 10

Disclaimer: Los personajes pertenecen a la señora Meyer y su casa editora. La historia está basada en Kimikiss Pure Rouge, pero no todo es igual, sólo la idea.


El Experimento

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Edward amaneció con una sonrisa en su rostro. Alice lo examinó, pensando que algo extraño sucedía con su hermano, pero prefirió callarse. Era mejor; luego venían reclamos innecesarios y ya estaba harta de ellos. Ella tardó aún menos que él en el baño, así que se burló en sus narices, sólo que Edward ni se inmutó. Parecía estar en su mundo feliz, rodeado de aquellas cosas que le hacían sonreír de esa manera.


Iban un poco tarde. Los hermanos que acostumbraban a caminar a su paso, tuvieron que correr desesperadamente, encontrándose con sus amigos en la puerta. Les miraron extrañados, raras ocasiones llegaban tarde los Cullen. La pequeña se acercó a Jasper, mientras que Edward les saludó animadamente. Nunca lo habían visto de esa manera. Muy eufórico para el chico que se la pasaba en las nubes.


— ¿Qué sucede? —Inquirió, Rose—. Pareces muy animado esta mañana.


—Tú también tienes muchas energías esta mañana —Se metió, Emmett, refiriéndose a que había llegado más temprano de lo usual y con mucha vitalidad.


—Eh, no es nada —Desvió la mirada al cielo—. Debe ser tu imaginación.


Edward rió—. ¡Yo siempre soy así! ¿Verdad, Jasper?


Jasper dio un beso a Alice y, como quién no quiere la cosa, contestó:


—Bueno…


—Hermano, ¿estás feliz por qué vienen las vacaciones de verano? —Agregó, Alice, sacando de un aprieto a Jasper.


Los chicos soltaron gritos de júbilo ante la perspectiva. Tenía razón, las vacaciones de verano estaban cerca… Al igual que muchos exámenes. Todos sabían lo que significaba el verano: amigos, citas, playa, sol. Era como una pausa bien merecida para ellos. En ningún momento se le había pasado por la cabeza aquello, porque vieron que le había tomado con la guardia baja.


— ¿No es por eso qué estás tan feliz?


Negó con la cabeza y acarició la cabeza de su hermana. ¿Quién era él y qué había hecho con su Edward? Nunca de los nuncas se comportaba así. Su hermana frunció el ceño, pensativa. Unos segundos después, sonrió de oreja a oreja y sus amigos esperaron a que ella les iluminara con su sabiduría.


— ¡Ya lo tengo! —Le brillaron los ojos de la emoción—. Es por tu horóscopo —Edward le miró con la ceja enarcada—. Amor, salud y dinero: cinco de cinco. Todo al máximo. Y estar refugiado de la lluvia te traerá suerte.


Emmett se rió de su comentario, y Rosalie hizo lo mismo pero sin ser tan evidente. El rubio tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no reírse, sólo que una sonrisilla se le escapó de los labios. El único que se mostró serio e interesado en lo que dijo fue su hermano, que analizó su suerte. No era de las personas que creía en eso, ni ninguna otra cosa parecida, aunque sin lugar a dudas, el cosmos le tenía preparado algo ese día.


—Así que estoy al máximo…


— ¿Te ha pasado algo interesante? —Preguntó su rubia amiga con una sonrisa pícara.


—En realidad… —Recordó el beso de Isabella y él cuando jugaban a las escondidas. Se sonrojó y rió tontamente.


Los chicos se miraron cómplices y entraron a la escuela. Edward decidiría cuando contárselos, si no lo había en ese momento, era porque no era adecuado hacerlo.


Jessica se encontraba practicando. Colocó el balón en el centro de la cancha y observó la portería, imaginándose a un portero y una barrera de jugadores. Frunció un poco el ceño, retrocedió y pateó con fuerza el balón, haciendo que se curvara un poco y metiera un potente gol. Continuó repitiendo lo mismo, una y otra vez. Era necesario perfeccionarse en esa área. Al final, con sudor y una enorme sonrisa, lo había logrado.


Más tarde, Jessica le reclamaba a Edward por haber sacado un puntaje mucho mayor que el de ella. Él alegaba que se había puesto serio en sus estudios y por eso había obtenido una calificación un poco más alta de lo que normalmente sacaba.


—Entonces, ¿has estudiado arduamente en vez de ayudarme a entrenar por las mañanas? —Habló, entre sorprendida y enojada.


—Soy capaz de lograrlo sin hacer eso.


Volvió la vista sus exámenes, aún sin creer el resultado. Gruñó lo frustrante que era, y de broma, Edward se ofreció a ayudarle. Jasper se metió, diciendo que le había ido mejor que a Edward. Realmente les había ido muy bien en ese examen y Jessica podría jugar en paz. La primera hora comenzó, era Literatura. Edward de vez en cuando le hablaba a escondidas a Jessica, molestándola. Hasta que le atraparon, por lo que fue reprendido frente a toda la clase con un gran sonrojo.


De hora en el descanso llegó. Bella iba caminando por los pasillos, mientras llevaba un libro en la mano; como en cada almuerzo, iba al laboratorio. Llevaba entre sus manos un desgastado libro de ''Cumbres Borrascosas''. Estaba tan metida en el libro, que tardó un par de minutos en notar que le hablaban. Al darse la vuelta, se encontró con la hermanita de su 'compañero' de investigación, Alice. Venía junto con Rose, a la vez que sonreían mostrando todos sus dientes.


Ambas se les unieron en su caminata, que tuvo que ser desviada un poco hacia los comedores.


—Tengo hambre —Lloriqueó, Alice, sobándose el estómago.


— ¿Qué será lo que prepararon en la cafetería? —Rose estaba también hambrienta, y algo en su abdomen rugió.


— ¡Cierto! —Rió con alegría, la pelinegra—. Mi horóscopo dijo que el foie gras me traería suerte —Su amiga le miró como si un tornillo se le hubiese caído.


—No creo que haya de eso en la cafetería.


—No, ¿verdad?


La castaña se mantenía al margen de la plática. Ya no leía su libro y estaba escuchando atentamente cada palabra de las chicas. Las chicas se dieron cuenta de la nula participación de Isabella, así que inmediatamente intervinieron.


— ¿Qué comerás tú, Bella?


—Yo comeré en los laboratorios.


—Entonces, la próxima vez te prepararé un poco de milanesas —Propuso, Alice.


— ¿Son esas con un toque picante y tomate encima?


— ¿No crees que sea bueno? —Empujó juguetonamente a Rosalie—. De todas formas, sería un buen almuerzo-comida.


—Aunque sabes, podrías acompañarlas con salsa de soya, ¿no crees que sería estupendo?


Alice asintió, de acuerdo con sus palabras.


— ¿Tú si lo entiendes, Isabella? —La agregó a la conversación.


Ella se detuvo a mitad del pasillo y analizó sus palabras. No es que supiera mucho de comida, además de que Edward le había dicho que tenía un pésimo gusto con referente a ella, pero no estaría mal dar su opinión, ¿correcto? Las chicas le observaban, esperando sus próximas palabras. Siendo una chica tan inteligente, no podría salir nada menos que una buena idea.


—Si quieren un sabor secreto… —Susurró—. ¿Qué tal mayonesa y miel?


¡Qué idea tan extraña! Aunque a Alice pareció maravillarle, porque anotó en una libretita aquello. Di saltitos mientras decía que era una idea tan original y se harían famosas por ello. Bella sonrió casi imperceptiblemente y las dejo ahí, riendo como dos niñas de kínder. Se encontraba confundida que un lapso corto de tiempo, le hubieran sacado más sonrisas que en toda su vida. Suspiró con cansancio y abrió una bolsa de frituras una vez en el laboratorio.


Puso miel sobre ésta, seguida de la inseparable mayonesa.


Edward había llegado antes que ella. Le sonrió amablemente y agarró una de su bolsa. Y por curiosidad, le echó mayonesa.


—No tuviste una calificación perfecta en el examen, ¿verdad?


— ¿Husmeaste en los registros?


Él se sonrojó, pues es lo que había hecho. Carraspeó.


—Fue sólo por curiosidad —Refunfuñó.


—Sólo fue un descuido de mi parte —Dijo, sin querer hablar realmente del tema—. No significa que no pudiera hacer el ejercicio.


El chico vio como ella estaba mortificada por eso. Desde que habían entrado, nunca había cometido tal desliz, pero al empezar a salir con él y sus amigos, se había vuelo un poco menos responsable. No sabía si debía sentir culpa o alegrarse porque estuviera saliendo de su burbuja.


—Aún así es sorprendente —Se metió la fritura a la boca—. Sacaste más que yo, y que todos —Saboreó lo que traía en su boca y sonrió con aprobación—. ¡Está delicioso! Si sólo le pongo mayonesa.


—Ese fue mi primer descuido —Agregó, triste.


—No hay por qué preocuparse —Intervino—. Es normal. Yo siempre cometo muchos errores por descuido… O, más bien, por no saber la respuesta —Esperaba que eso la ayudara y no lo dejara a él como un tonto. Rió nerviosamente—. Pero creo que está bien.


Isabella le miró, impresionada. ¿Qué tenía él que la hacía sentir menos preocupada? ¿Y por qué de repente su corazón se aceleraba así por verle sonreír? Pacientemente, se quedaron en silencio, a la espera de que Edward continuara.


—Me gusta más como eres ahora, porque tengo más contacto contigo.


La castaña desvió la mirada a la mesa. Era cierto, se habían hecho más unidos. Es más, era lo más cercano que había tenido a un amigo o a alguien alguna vez. Edward probó ponerle un poco de mayonesa y miel, haciendo una mezcla que le resultó asquerosa. Hizo una mueca graciosa.


—Fue el último experimento —Murmuró, captando la atención del pobre que se estaba lamentando—. Fue muy diferente al primero.


— ¿Cómo diferente?


Bella mostró una mueca de perplejidad—. No lo sé.


—Creo que… —Reorganizó sus ideas—. Supongo que hay cosa que ni tú entiendes.


Ella no salía de ahí. ¿Era realmente algo tan incomprensible? ¿O, simplemente, no quería admitir lo que sentía?


—Es la primera vez que no entiendo mis propios sentimientos. Pero…


— ¿Pero?


—Eso no me hace sentir mal.


Fue el turno de Edward de quedarse sorprendido y mudo. Al final, sólo le sonrió de forma especial. Era lo que necesitaba, no podía hacerla sentirse mejor con palabras, por lo que una sonrisa bastaría.


El día se fue más rápido que lo que se acostumbraba. Se sabía que los últimos días antes de las vacaciones veraniegas eran así. Edward le había prometido a Jessica que entrenarían después de la escuela; una promesa era una promesa, aunque por dentro quisiera estar con cierta chica de ojos marrones. Se cambió por su uniforme deportivo y salió a las canchas, donde vio a su amiga haciendo calentamientos.


La acompañó por diez minutos, antes de ponerse serios en el juego. Jessica le hizo una observación de que jugaba muy bien y con más energías que de costumbre; él alego que era lo que pasaba cuando se ponía serio, cuando en realidad, Bella le había dejado con mucha más energía. Se la estaban pasando bien, sudando y corriendo con el balón. En esos momentos, ella traía el balón, mientras Edward iba atrás, corriendo a toda velocidad.


—Perdí en el examen, pero no en el soccer.


Aceleró su paso, sólo que esta vez, Edward se barrió y le quitó el balón. Jessica se tambaleó unos segundos antes de caer al piso; se frotó su pierna, adolorida. El chico se acercó, muy preocupado. ¡La había lastimado! Y aunque casi no lo pareciera, ¡era una chica! Genial, eso sólo le pasaba a él. Pero, ella se lo había busca si quería que jugara en serio. Frunció el ceño.


Ayudó a levantarse, rodeándola con sus brazos y la llevó hasta la enfermería. Abrió la puerta, buscando a la enfermera que se había ido un par de horas antes. Suspiró, frustrado. Guió a Jessica hasta la camilla; se sentó con cuidado, después de quitó la calceta para examinar su pie. Edward lo sujeto, evitando moverlo mucho.


—Está muy hinchado —Indicó, preocupado—. Deben atenderte adecuadamente.


La joven soltó un chillido, pero negó con la cabeza, diciendo entre dientes que estaría bien y que sanaría pronto, de dos a tres días. Él no estaba muy convencido de eso.


—Tus huesos o ligamentos pueden estar lastimados, Stanley —Antes de que ella pudiese decir algo, agregó—: Hay una clínica ortopédica poco antes del hospital.


— ¡Exageras! No puedes…


— ¡Idiota! ¡Tu pierna es invaluable! —Protestó—. ¿Qué harás cuando ya no puedas jugar soccer?


Jessica estaba al borde del llanto. Cedió, aceptando que Edward la llevara a la clínica. Pidieron una bicicleta prestada a un alumno, prometiendo que la regresarían al día siguiente. Edward adelante y Jessica detrás de él, rodeándole con los brazos. Pedaleó con fuerza, consiguiendo ir más rápido por las calles de Forks. Aprovechando que nadie podía verla, admiró la fuerte espalda de su amigo, y se sonrojó. ¿Por qué le miraba de esa manera?


Una fuerte lluvia les llegó por sorpresa. Edward pedaleó más fuerte, y Jessica apretó su cintura, recargando su cabeza en su espalda. Estuvieron en absoluto silencio, donde sólo se oía la errática respiración del ciclista y la lluvia golpeando el pavimento. El hospital, aún abierto, le proporcionó una silla de ruedas para poderla desplazar con mayor facilidad al consultorio.


Como buen amigo, el chico de ojos verdes, esperó más de media hora en la sala de espera. Mientras lo hacía, leía unas revistas viejas que hablaban de la buena alimentación, y como debía cepillarse los dientes. No podía esperar menos de un hospital. Nunca se relajó, aunque la había llevado, persistía el sentimiento de culpa. Miró sobresaltado a las voces. Se había quedado tan pensativo que el ruido lo asustó; precipitadamente, trotó hasta ella.


—Gracias por todo —Agradeció.


El hombre le sonrió y después fijó su vista en Edward.


— ¿Eres hijo de Carlisle Cullen?


Éste asintió afirmativamente.


—Envíale mis saludos, por favor. Soy James Johnson.


—Lo haré.


—Cuídense.


James entró de nuevo a su consultorio, dejando a los chicos en la sala de espera. Él observó sus muletas y como tenía enyesada la pierna derecha. Quiso darse de golpes en la cabeza por haber sido tan descuidado, le había roto un hueso. Torció la boca y le pregunto cuánto era de la factura por la consulta. Jessica rió nerviosamente. El doctor Johnson le había dicho que podía venir al día siguiente a pagarla, que no se preocupara.


—Bien —Suspiró—. Me alegra que sea un médico comprensivo.


Ella miró al piso, al tiempo que se sonrojaba.


— ¿Sabes, Edward? —Murmuró como quién no quiere la cosa—. G-gracias.


Edward sonrió, amigablemente. Después, notó como sus mejillas estaban rojas como manzanas.


— ¿Por qué te sonrojas? Es raro —Rió.


La chica frunció el ceño y se fue a sentar al mueble. Edward miraba atentamente la ventana, y Jessica tenía entre sus manos la misma revista que él había agarrado. Fingía leer, ya que estaba ocupada en evitar sonrojarse por la cercanía de su amigo, que estaba a menos de cinco centímetros de ella. Tragó en seco. Quería decirle algo, y las palabras estaban más que atascadas, al igual que su cerebro no razona y su corazón se aceleraba.


—Hoy en mi horóscopo dijeron que me traería suerte refugiarme bajo la lluvia —Le dijo, con una sonrisa de oreja a oreja—. Pero, ¡qué va! ¿Cómo puede ser esto suerte?


Jessica se sonrojó más.


Y justo en esos momentos, cierta castaña miraba por la ventana del laboratorio.

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