I Will Recover
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Capítulo II
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Había pasado toda la noche repasando algunas cosas en las que iba mal. Creía que de no haber faltado los últimos tres meses, eso no hubiera pasado. Su decisión de ir a esa Universidad fue tan definitiva que tomó por sorpresa a sus padres, en especial a Charlie. Su madre estaba más que feliz de tenerla cerca y se la había llevado de unas improvisadas vacaciones.
Reneé le había dicho que se debía a que no pasaban mucho tiempo juntas y hacía más de tres años que no se veían. Aunque Bella sabía la razón de eso: Charlie le había contado de su gran depresión que había sufrido. Sus padres no sabía la causa, no tenían porque saberlo, y la culpa de estarse callando eso traía las consecuencias en sus sueños. Algunas veces tenía pesadillas en donde revivía el hecho más fuerte que había experimentado: la crisis de Edward. Con ese brillo maniático en los ojos y sus palabras posesivas. Siempre se levantaba a mitad de la noche, jadeando y con el sudor en su frente, y en los peores casos, lloraba.
Por suerte, solo su compañera de habitación sabía eso. La dulce Kate que venía de Checoslovaquia, en un programa de intercambio. Ella le había explicado que era algo que siempre le había sucedido desde el divorcio de sus padres. En parte, era cierto. Cuando su madre los abandonó, Bella empezó a tener pesadillas, pero un par de meses después, éstos fueron cosa del pasado. Pero con Edward, todavía tenía las pesadillas. Fue algo traumático y que no superaría pronto.
También, soñaba con el Edward del que se había enamorado, el dulce y atento y eso hacía que doliera aún más que las pesadillas. Entonces, estaba Jacob. Se habían conocido el primer día de universidad e inmediatamente, se hicieron los mejores amigos. Notó cuando él se estaba enamorando de eso, y no hizo algo por evitarlo. Hasta que llegó el punto en el que Jacob le habló de sus sentimientos. ¿Qué perdía diciendo que sí? Ella no estaba colada por él, como su amigo… Novio, lo estaba, pero ahí estaban, siendo novios.
Ordenó un café helado y un croissant de jamón con queso. Abrió el libro que estaba leyendo por entretenimiento. De fondo estaba esa canción de los años sesenta y en la televisión un partido de futbol americano sin volumen. Bostezó. Las horas perdidas de sueño le estaban cobrando la factura. Cerró sus ojos por un momento y aspiró fuertemente. Tenía un dolor de cabeza horrible, parecía que en cualquier momento sus sesos iban a salir volando. El mesero le trajo su orden y con un seco 'gracias' empezó a comer.
El dolor se hizo pasable luego de la comida. Con aires cansados, pagó la cuenta y salió del local. Una cálida brisa le dio en el rostro. Sonrió y caminó hacia los dormitorios. Recordó que su llave la había metido en su bolsa y no la traía en los bolsillos de los pantalones. Intentó sacar las llaves, pero estaba hasta el fondo, movió más la mano… Los libros se cayeron enfrente de ella. Gimió y se arrodilló para recogerlos. Apiló todos en un fila, entonces, contó todos de manera rápida, descubriendo que le hacía falta uno. Se levantó del suelo y lo buscó la mirada en el suelo.
Un toqué en su hombro la hizo volverse.
— ¿Es tuyo? —Preguntó una voz de soprano. Abrió los ojos ampliamente.
Aquel día se había levantado más tarde de lo que acostumbraba. Jacob había sido muy amable al decirle sobre Bella, pero no sentía en realidad como si le hubiera hecho un favor. Su compañero le había dejado su horario al pie de su cama. Edward estaba enojado porque él era un buen tipo y le caía bien, pero no podían ser amigos, no mientras él tuviera a su chica. Gruñó fuertemente. Tomó de su armario una playera verde que resaltaba su tez pálida y sus ojos. No sonreía, se veía tenso. Cogió sus zapatos deportivos y salió de la habitación.
Tal vez el día anterior se la había pasado curioseando por todo el lugar, pero solamente recordaba vagamente algunos lugares. Suspiró, frustrado y pasó sus manos por sus cabellos, desordenándolos aún más, dándole el aspecto de un león salvaje. Siguió caminando hasta que hubo un momento en que solo quería salir del invernadero al que había entrado por error. No quería pedirle a alguien que lo guiara, sería una molestia. Así que, buscó una salida y caminó lo más rápido posible hacia otro lugar, llegando al café donde habían cenado la noche anterior.
Pidió un café descafeinado, sin azúcar y unas donas.
—Debo haberte gustado mucho para que vengas de nuevo aquí —Dijo una voz a su lado.
Levantó la vista, topándose con la misma mesera. Le dio una sonrisa desganada.
—Te equivocas…. —Murmuró, seguido de un gran sorbo de su café—. Llegué aquí por casualidad —Después de pensarlo, agregó—: Soy Edward.
Ella rió, sentándose a su lado—. Renesmeé.
Edward rió y le tendió la mano. Renesmee la cogió y la sacudió animadamente, regalándole una tierna sonrisa. Sus manos se soltaron y el chico de ojos esmeraldas siguió comiendo.
— ¿No deberías estar trabajando? —Inquirió luego de que la chica siguiera sentada frente a él. Levantó una ceja. Renesmeé rió de nueva cuenta. Su risa era pegajosa, como miel con azúcar. Le sonrió.
—Nop —Dijo, con tono infantil—. Estoy en mi descanso.
Él ya no le dijo nada. Pero Renesmeé continuó hablando. Edward desayunaba mientras la escuchaba. Era de Francia y tenía dieciséis años; su madre era la chef del lugar y ella había preparado las donas. Su padre era maestro en el campus. Trabajaba en el café para pagar la escuela, que quedaba a unos minutos de la universidad. Él estaba conmovido por la manera en que ella hablaba y describía todo…
Giró su cabeza un poco, lo suficiente para ver las dos siluetas femeninas que se deslizaban por la puerta principal.
Alice…
… Bella.
Sus ojos se abrieron ampliamente y dejo caer la dona que estaba mordisqueando. La boca se le secó y dejo de escuchar lo que estaba diciendo su acompañante. Por fin, ella estaba frente a él. Lucía igual, y a la vez diferente. Su rostro estaba demacrado, confuso… Triste. Unas enormes ojeras bajo sus expresivos ojos y su cabello recogido, pero podía ver que estaba más corto. Lucía como un día cualquiera, pero para él, era como ver el sol de nuevo. Renesmeé soltó una risita trayéndolo de nuevo a la realidad.
Abrió la boca para decir algo, pero nada salió. Las palabras estaban atascadas en su garganta. Alice y Bella se habían sentado en una mesa un poco apartada de ahí.
—Ruhnes… Lo que sea… —Gruñó—. La cuenta.
Renesmeé estaba confundida. ¿Qué había pasado con el agradable chico con el que había convivido momentos antes? Hecho una ojeada detrás de ella y vio a la chica del día anterior y a una castaña.
— ¿Tu novia? —Preguntó, burlona.
— La cuenta.
Parpadeó, confundida. El tono hostil la había tomado por sorpresa. Extendió un pequeño papel. Edward lo miró superficialmente; su mente estaba unas mesas más allá. Extendió un billete de veinte dólares y caminó con pasos sigilosos detrás de las chicas, intentando escuchar la conversación. Se encontró con los ojos dolidos de Renesmeé. Suspiró. Él no necesitaba que ella tuviera un enamoramiento adolescente.
—Oh, Edward se la ha pasado buscándote por todos lados —Dijo una voz. Alice.
Era la ley: las hermanas siempre te iban a estar avergonzando. Sus mejillas se colorearon de un color rosa.
— ¿De verdad? —Suspiró. Bella… Su voz era más cálida y tenía una nota de melancolía—. No lo he visto… ¿Cómo han estado?
Alice suspiró, de vuelta—. ¿Sabes que nosotros fuimos los, bueno, que matamos a Tanya?
—S-si.
—Estuvimos viendo a un loquero —Edward se imaginó a su hermana poniendo los ojos en blanco—. Edward tiene un problema nervioso de no sé qué… Tiene que tomar muchas pastillas y eso. Pero no te preocupas, está bien… Err, estamos bien. Aunque… Querida, ¿por qué te ves tan demacrada?
Bella rió, amargamente. ¿Por qué? ¿Dónde podría empezar? ¿Antes o después de que partiera? Encajó sus uñas en su palma y sollozó. ¿Demacrada, enserio? Ellos eran los asesinos y lucían fantásticos; ella era la pobre chica que había sufrido un gran trauma –víctima- y lucía demacrada. Gimió y dejo caer su cabeza en la mesa. Cerró sus ojos fuertemente, intentando reprimir las lágrimas.
¿Por qué esto le sucedía a ella?
Estaba ''bien'', estaba ''fantástica'' y llegan los Cullen y…
Unas manos acariciaron tiernamente sus cabellos. Ella suspiró y relajó sus músculos, que se encontraban tan tensos y empezaban a doler. Los dedos se enredaron entre sus cabellos, haciendo rizos. Bella olvidaba la última vez que alguien había hecho algo así con su cabello… Nadie lo había hecho. Solo…
Abrió rápidamente los ojos para encontrarse con los ojos verdes enmarcados de pestañas cobrizas.
Edward estaba ahí.
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