miércoles, 23 de marzo de 2011

Did I Die? -Capítulo 9

Disclaimer: Los personajes pertenecen a Meyer y su casa editora. Yo sólo juego con los personajes y creo esta rara historia.




Did I die?

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Aún no creía que los carnosos labios de Edward estuvieran sobre los míos. Un beso muy… Torpe. Se notaba que era nuestro primer beso. El primero de mi amigo –o algo más- y el mío. Moví mi boca, intentando saborear más; él hizo lo mismo, y fue cuando sentí algo masajear mi lengua y mi paladar. Su lengua.


Compartía su saliva, pero, ¿qué más daba? Él me estaba besando y su boca sabía muy bien: a menta con chocolate. Mi pecho comenzó a arder. Necesitaba una gran bocanada de aire… Ya después, continuaríamos. Pero, entonces recordé que no necesitaba respirar y que lo hacía por simple costumbre; a pesar de todo, el beso debía terminar. Me separé de él.


—Wow —Exclamamos al mismo tiempo.


Sus ojos brillaban, más de lo usual. Sonreí y toqué mis labios con las yemas de mis dedos. No me creía que nos hubiéramos besado. Un beso inexperto, pero ya aprenderíamos como besar. Ni me había dado cuenta de que sus manos estaban en mi cintura; antes de que me besara estaban en mis mejillas.


Me examinó durante unos segundos. Ninguno de los dos dijo nada. Las palabras sobraban. Edward se había dado cuenta de que yo estaba enamorada de él, y yo no iba a contradecirlo, porque, él estaba también enamorado de mí con la misma intensidad. Miré a otro lado. Me sentí vulnerable, indefensa, como si luego de ese beso, él pudiera ver a través de mí y saber lo que pensaba.


Aún sentía su ardiente mirada sobre mí. Fue imposible encontrar el valor suficiente para pedirle que dejara de hacerlo. Sus labios se posaron en mi mejilla y avanzaron hasta mis labios, dejando un beso mojado. Le sonreí.


— ¿Qué pasa? —Preguntó.


Negué con la cabeza—. Todo esto me parece tan irreal, Edward. Mi muerte… Tu y yo… No sé…


Suspiró. Acarició mis cabellos, enredando sus dedos entre mis rizos. Me atajó hacia él, en un abrazo sobreprotector… Pero, por extraño que pareciera, no me molestó: demostraba que me quería más de lo que él me había dicho jamás. Condujo nuestros cuerpos hasta mi cama. En ningún momento apartó sus brazos de mi cuerpo y sus manos dejaron de acariciar mi cabello. Era una sensación plena y satisfactoria, algo que nunca había experimentado.


Había pasado diecisiete años excluida de todos, marginada, y viéndolo de otra manera, parecía que haber muerto resolvía todo. Seguía siendo la misma, nada había cambiado, y Edward y Alice habían decidido acercarse a mí por lo que vieron, no por lo que dije. Decidieron aceptarme como soy: una rebelde incomprendida que le es difícil sociabilizar. Con todos mis defectos, ellos estaban ahí para apoyarme.


—Realmente me gustas —Murmuró—. Sé que sonara loco, pero, siempre me has gustado.


— ¿Siempre? —Inquirí—. ¡Cielos! Yo recién me he dado cuenta que me gustas.


Él rió a carcajadas. Alcé una ceja, preguntándome si debía molestarme por eso. Edward no tenía remedio. Dudaba que se riera de mí, más bien, parecía que se reía de lo que había salido de mi boca, pese a que era verdad. Recién me había dado cuenta lo importante que era él en mi vida y cuanto me gustaría estar en algo más que amigos. Sonreí y acaricié su mejilla. Edward seguía acariciando mi cabello. Suspiré.


—Así que…


— ¿Qué? —Pregunté, abriendo los ojos, esperando a que continuara.


Se removió nervioso—. ¿Q…?


La puerta se abrió de golpe, mostrando a una Alice muy agitada. Sus ojos me buscaron por la habitación hasta ubicarme en la cama. Con Edward. Abrazados. Sus ojos se abrieron como platos. Mostró una mueca de sorpresa, incredulidad y picardía. Sonrió maliciosamente, olvidando el motivo por el que había irrumpido de esa manera en mi habitación, en lugar de tocar la puerta como una persona normal y civilizada.


—Vaya, vaya —Dijo—. ¿Qué tenemos aquí? —Rió—. Pensé que se tardarían más… Bella se dio cuenta el día de hoy que está enamorada de ti —Le susurró en tono confidente a Edward. Aunque no lo suficientemente bajo para que yo no la escuchara.


Negué con la cabeza. Edward carraspeó y se incorporó.


—Además… ¿Desde cuándo eres tan… aventada, Bella?


— ¡Alice! —Chillé, avergonzada.


—…Y tú, Edward… Debiste decirle lo que sentías por ella desde un principio…


—Alice… —Gimió.


—Pero aquí los tengo… En medio de arrumacos…


— ¡Alice! —Rugimos los dos. Estaba abusando. Nos regaló una sonrisa de disculpa.


Se encogió de hombros y se sentó en medio de los dos. Pasó sus brazos de fideos por los hombros de cada uno y suspiró. Parecía realmente feliz. Muy, muy feliz. La miré con suspicacia. Entonces, con un tono brusco le pregunté que a qué había venido. Frunció el ceño, recordando… Saltó de la cama y jaló de nuestras manos hacia la puerta. Sólo había entendido ''Victoria'', ''salón de clases'' y ''contrato''.


Fuimos a una velocidad increíble. Los alumnos y guías nos miraban con los ojos abiertos como platos o entrecerrados. Les sonreí con disculpa. Alice era toda una fuente de energía, en envase pequeño. Llegamos a nuestra aula y entramos de la misma manera que ella había irrumpido en mi habitación. Todos se giraron a nuestra dirección. Desvié la mirada a Edward… Mala elección, me estaba mirando. Aparté la vista de él y entré al salón de clases, en mi lugar habitual. La duendecilla se sentó atrás de mí, dejándole a mi 'algo', un lugar cerca de mí. Me guiñó un ojo, muy desvergonzado, mientras agarraba mi mano.


Victoria se aclaró la garganta. Nos miró a todos, en cada uno dejando su mirada penetrante. Me incomodó el hecho que me observara de más.


—Se preguntarán por qué los llamé… ¿Cierto? —Habla de manera pausada, como la primera vez que nos vimos—. Se acerca el día de brujas —La miré con cara de '¿y eso qué me importa a mí?'. Pero ni se inmutó y continuó—. En ese día tenemos la capacidad de visitar a los vivos… Pero, recuerden —Su voz se volvió sombría—. Tienen que regresar antes de que el día termine.


Nos miramos entre sí. Todos nos preguntábamos la misma cosa, pero la única persona que tenía los suficientes pantalones para preguntar, era yo.


— ¿Qué pasa si nos quedamos más tiempo? —Inquirí con brusquedad. No era mi intención sonar así, pero estaba nerviosa y el tono fluyó con facilidad de mis labios.


Victoria frunció los labios hasta dejarlo rectos. Sus ojos se entrecerraron—. No podrán regresar y penaran en la tierra el resto de sus días.


Solté un gritito de sorpresa y miedo. Pero no fui la única. A todos nos había tomado por sorpresa esto. El día de muertos y la advertencia. Sentí como Edward apretaba mi mano, mientras veía al frente. Supuse se trataría de un reflejo. Podía leer en sus ojos sentimientos encontrados. Alice no estaba mejor, ni Emmett ni los Hale. Nos había tomado con la guardia baja.


Victoria clavó sus ojos en mí, en una clara advertencia. ¿Penar para siempre? No iba conmigo. A veces saltaba las reglas y no me importaba perder nada, pero esto era más serio. Dejaría mis impulsos de adolescente al margen. Suspiré. Y entonces… En medio de todo ese drama me di cuenta de algo que había pasado de alto...


Iba a visitar a los vivos… Iba a visitar a Charlie.


Una sonrisa se formó en mis labios por la anticipación.

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